viernes, 3 de junio de 2011

El principio de la historia.

Mi nombre es Celia, actualmente tengo 22 años y soy lo que se llama una niña de centro de acogida. Ingresé por primera vez en uno cuando tenía 13 años. Mi padre biológico se fué cuando yo tenía apenas un par de meses, y mi madre se casó con una persona que me maltraba física y psicológicamente. Ella también lo hacía, pero, supongo que por el detalle de que es mi madre, siempre la acabo perdonando por ello. Hablo en presente porque actualmente lo sigue haciendo en ocasiones.

Cuando llegué por primera vez a un centro, iba acompañada de una pareja de guardias civiles. El sitio se llamaba Isabel Clara Eugenia, y me recibió una educadora pelirroja con el pelo corto. De esto va a hacer nueve años en octubre. Una vez alli, empezaron las idas y venidas.

Ese sitio es lo que se llama un centro de primera acogida. Acogen a los niños en riesgo y desde allí les buscan un centro de acogida apropiado. No se busca una familia, eso nunca, al menos no a los niños mayores de cinco años. Puedes estar allí hasta dos meses, sin poder salir del centro ni para ir a tu colegio habitual. Ellos te dan clases alli pero, evidentemente, no estan homologadas. Eso, en muchos casos, hace perder cursos enteros a gente solo por uno o dos meses.

En el centro de primera acogida Isabel Clara Eugenia solo pueden ingresar menores de 14 años. Esto se hace así para evitar que los "chicos mayores" influencien negativamente a los "pequeños". El problema viene con la inmigración. A los chicos inmigrantes que vienen sin pasaporte, generalmente del norte de África, se les hace una radiografía de la muñeca y con eso determinan su edad. He conocido gente que tenían hasta diez años más de lo que decía su radiografía, por lo que se deduce que el método no es muy fiable.

Recuerdo casos como el de Yashir, un chico magrebí que decía tener trece años, pero que más tarde se demostró que tenía diecisiete y que era culpable de un delito de violación. Chicos como ese han permanecido en mi vida hasta que cumplí los dieciocho años. Con esto quiero mostrar el caos y las contradicciones del sistema de proteccion a menores español, y denunciar una situación para muchos más que insostenible.  Semana a semana iré publicando aquí las historias de los seis centros de acogida diferentes donde viví en cinco años, con el fin de que la sociedad se haga cargo del problema de estas instituciones.

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