Como decía en la entrada anterior. Llegué a ese sitio con trece años, el dia 31 de octubre. Era de noche y la educadora me metió directamente en un baño para que me duchase. No es que no lo agradeciese, pero creo que lo que menos necesitaba en ese momento era una ducha. Me apetecía realmente que alguien me explicase porque no estaba con mis padres.
Después de la ducha, me hizo guardar toda mi ropa en una bolsa de basura y se la llevó a la lavandería. Yo me sentí un poco violenta, pero aun así accedí sin protestar. Me entregó un pijama y una toalla y me llevó al salón, donde había dos chicas más. Una de nueve años y la otra de doce. Se pusieron muy contentas de que llegase una chica nueva. Yo me sentí mal porque no quería estar alli, y otras se ponían contentas de verme.
Despues de las presentaciones me enseñaron el cuarto. Dormíamos seis chicas en un cuarto y seis chicos en el otro. Los seis chicos eran de origen magrebí y tres de las chicas tambien. Luego estaba Lizzet, que era ecuatoriana, y Zara y yo que eramos españolas. En la misma planta, junto a la puerta que daba a esa "mini-casa" había otra puerta con otro sitio parecido. En este caso solo estaban los chicos mayores y todos eran de origen magrebí. Esa noche no cené, me dijeron que la cocina estaba cerrada y que había que esperar al día siguiente.
Por la mañana nos levantaron a las ocho y media. No nos dejaban ducharnos por la mañana, lo suplicases como lo suplicases. Cuando le pregunté a la educadora por mi ropa, para cambiarme, me dijo que allí no podíamos llevar nuestra ropa. Me dió unos vaqueros y una camiseta a elegir por mi, y unas braguitas y un top blancos de algodón. Cuando pregunté por esa ropa me dijeron que era compartida por todas las chicas del centro, ropa interior incluída. No hace falta explicar el mal rollo que da eso.
La gran sorpresa me la llevé cuando bajé a desayunar con el resto de los chicos que vivian en mi "mini-casa". Las comidas se hacían en conjunto en un comedor grande con mesas de cuatro personas mas o menos. Nada más llegar allí, todo el mundo se volvía a ver a la nueva. Chicos que no sabían hablar castellano en absoluto te declaraban su mas sincero amor y sus peores intenciones. Uno de ellos, que sí hablaba nuestro idioma, me explicó que esos chicos pensaban que podían llevarse a la cama a cualquier chica española. Yo, con mis trece años y cinco meses, y, a decir verdad, bastante delicada en ese tema, quise salir corriendo. Los educadores no hacían nada por evitar ese tipo de acoso constante a las pocas chicas que había allí. Yo quise llorar.
Despues de desayunar nos llevaron a clase. Como ya explicaba en la entrada anterior, esas clases no estaban homologadas, y las hacíamos divididos en dos grupos. El dividirnos no servía para nada salvo para tenernos más controlados. Yo, que siempre fui de ciencias, cogí un libro de mates de la estanteria y me puse a hacer problemas. No toqué otro libro en los dos meses que estuve alli. Nadie se preocupaba de mirar que mis estudios siguiesen su curso, y yo, con esa edad, tampoco me preocupé. Gran error.
Después de la clase vino el siguiente mal sabor de boca del día. El reconocimiento médico.
Me llevaron a la enfermería con un educador y me dejaron allí. Había un médico y un enfermero y me hicieron desnudarme. Me preguntaron por mis vacunas y me tumbaron en una camilla para la exploración ginecológica. Me dijeron claramente que era para comprobar que no había sufrido abusos, así que me preguntaron si había estado con un chico alguna vez. Yo, avergonzada, dije que no. El médico comenzó con la exploración y estuvo un largo rato intentando sonsacarme por qué no era virgen. Al final, y solo al final, preguntó a una asistente social sobre mi caso. Ni corto ni perezoso, a mis trece años y tras saber el motivo, me contestó que "debia haberle dicho que si había sufrido abusos". Claro, a mis trece años era algo para ir contando por la vida...
Después de eso, los días surgieron entre ir a clases practicamente inservibles, evitar los continuos roces con los chicos magrebís y comenzar con lo que luego sería un trastorno de la alimentación, que ningún educador consideró necesario dar "más importancia de la que tienen estas cosas a estas edades"
Hola,
ResponderEliminarHe vivido casi desde que nací cerca del centro Isabel Clara Eugenia, y siempre me he preguntado qué ocurriría con los niños que entrábais allí.
Estoy leyendo tu blog y me conmueve mucho. No me cabe en la cabeza cómo pueden hacerse las cosas tan mal, y hacer sufrir así a una niña. Me parece mentira que todavía haya instituciones donde no se trate a los niños como personas, en lugar de que se les proporcione un entorno de confianza, cariño y respeto.
Espero que estés consiguiendo rehacer tu vida. Creo que es muy bueno que escribas este blog, nos ayudará a todos a comprenderte, y espero que a ti te sirva de algo contar tu experiencia.
Un fuerte abrazo
F.M.
ese cenntro esta muy bn yo he estado 2 veces y te tratan muy bn he estado en cuatro centros y en el q mejor me ha tratado ha sido en ese
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